Hay personajes que van más allá de la labor por la que son conocidos y a los que es imposible colocar una etiqueta que los defina. Es el caso de Elvira, creación de la actriz, cantante y bailarina Cassandra Peterson. ¿Y qué es Elvira? En principio solo era la presentadora de un programa de televisión local de Estados Unidos que programaba películas de terror baratas, pero su desparpajo, su ingenio y su potentísima imagen la convirtieron en un icono pop mundial, la mismísima Reina de las tinieblas.
Pero la vida de Cassandra Peterson va mucho más allá del personaje que la hizo famosa, algo que deja claro desde las primeras páginas de esta autobiografía que publica Neo-Sounds. Nacida en la Kansas rural de 1951, con solo un año y medio sufrió un accidente que marcó su vida: en un descuido de su madre (con la que siempre mantuvo una relación difícil), a la pequeña Peterson no se le ocurre otra cosa que acercar una silla a los fogones de la cocina y, en un tropiezo, se tira por encima una olla con agua hirviendo. Con un tercio de su cuerpo quemado, sobrevivió de milagro, aunque las cicatrices dejaron marca no solo a nivel físico.
Su infancia y adolescencia trascurre entre continuas peleas con su madre y el descubrimiento de los cómics y el cine de terror, que después fueron sustituidos por Elvis y más tarde por los Beatles. La beatlemanía la lleva a sumergirse en el mundo de la música y a perseguir a sus ídolos por los hoteles. Narra algunos encuentros «accidentados» con personajes como Jimmy Page, Eric Burdon y otros músicos que la echan de sus habitaciones cuando se niega a tener sexo: Cassandra se autodenomina la grupi virgen (probablemente un ejemplar único en su especie) y asegura que no practicó sexo hasta bastantes años más tarde.
Lo cierto es que su adolescencia fue de todo menos típica: a los catorce años comienza a trabajar como gogó en alguna discoteca y se adentra en el mundo de las drag queens. Y eso fue solo el principio: antes de cumplir la mayoría de edad, viaja con sus padres a Las Vegas, y cuando se dispone a ver el clásico espectáculo de música y baile sentada en su mesa, alguien se fija en ella y le propone formar parte del cuerpo de coristas para la siguiente temporada. Ante la insistencia de su hija, los padres terminan aceptando, lo que convierte a nuestra protagonista en toda una showgirl con apenas dieciocho años (definitivamente, eran otros tiempos).
Aunque en principio parece el trabajo de sus sueños, poco a poco comienza a probar los sinsabores de un mundo del espectáculo que puede resultar bastante cruel y competitivo con quien no es una primera figura (de hecho, ni siquiera estas están a salvo). Su desencanto va en aumento hasta que una noche coincide con el mismísimo Elvis, quien la trata de una manera totalmente paternal y le aconseja que debe aspirar a algo más que a ser una simple corista de Las Vegas. Esta conversación con el Rey da un vuelco a su existencia. Normal. Si Elvis te dice que espabiles, pues espabilas.
A partir de ahí, Cassandra toma clases de canto e inicia la búsqueda de su propio hueco en el mundo del show business, una tarea nada fácil en la que se empleó a fondo durante años: grupos musicales, castings, teatro… Decenas de proyectos que nunca llegan a cuajar hasta que con casi treinta años, desanimada y a punto de abandonar sus sueños, se le presenta la oportunidad de su vida. Una cadena local busca una actriz para retomar al personaje de Vampira, que interpretaba Maila Nurmi en los años 50 y que se dedicaba a presentar películas de terror.
La idea era que Peterson interpretase el papel de la hija de Vampira, pero Nurmi (que en un principio estuvo de acuerdo) amenazó con batallas legales por usurpar su personaje (inspirado a su vez en Morticia Addams), así que directivos y actriz tuvieron que improvisar. La bautizaron como Elvira, nombre escogido al azar entre un montón de papeles con diferentes propuestas, y con la ayuda de su amigo Robert Redding, Cassandra creó el look de la futura estrella del terror, con su característico peinado en forma de colmena (inspirado en Ronnie Spector de las Ronettes), el eterno vestido negro y un escote de vértigo que le daría pie para mil chistes picantes marca de la casa.
Y a partir de ahí, el éxito. A base de hacer juegos de palabras y chascarrillos a costa de las películas de terror baratas que presentaba, el personaje creció hasta engullir a la actriz que le daba vida. Elvira era invitada a presentaciones, entregas de premios y late shows, la patrocinaban marcas de cerveza e incluso llegaba al cine, mientras que Cassandra Peterson disfrutaba de una relativa tranquilidad, ya que poca gente la reconocía sin su caracterización.
Pero no todo era de color de rosa, o al menos no todo el tiempo. Por el camino, Peterson había sufrido dos abusos sexuales y varios intentos por parte de «ejecutivos» de la industria. Es este un tema que flota a lo largo de gran parte de su biografía, y aunque ella no lo enfoque en un tono de denuncia o victimismo, resulta escalofriante la cantidad de veces que se ve enfrentada a este tipo de situaciones. Y una vez alcanzada la fama no faltaron otros problemas, como los conflictos legales con Vampira (que siguió litigando durante mucho tiempo, siempre sin éxito), un matrimonio que naufraga después de veinticinco años o la propia inestabilidad del mundo del espectáculo: el personaje fue perdiendo tirón a partir de la segunda mitad de los 90 hasta que poco a poco recuperó su estatus como icono pop.
Lo interesante de este libro, además del estilo ágil y divertido de su protagonista y autora, es la cantidad de tiempo que abarca y los cambios culturales que refleja, y por supuesto, la proliferación de nombres (Ike y Tina Turner, Little Richard, Hendrix, Paul Anka, Tom Jones, Robert De Niro, Queen, Elton John, Michael Jackson, Brad Pitt, Vincent Price y muchísimos más) que salpican de anécdotas una biografía que vibra en cada página.