Hoy hablamos con Patxi Irurzun, autor de «Tratado de Hortografía» y «Chucherías Herodes», dos novelas con un estilo muy personal que han puesto al Rock Radical Vasco en el panorama literario y que inician una saga que esperamos que nos depare muchos buenos momentos de lectura.
En primer lugar, felicitarte por “Tratado” y “Chucherías”, que han conquistado a un buen número de lectores. ¿Qué te mueve a poner el Rock Radikal Vasco como telón de fondo de la historia?
La Polla Records, Barricada, Eskorbuto, RIP, Hertzainak, Cicatriz… todos esos grupos, lo que se dio en llamar el RRV (Rock Radikal Vasco) eclosionaron justo cuando yo era adolescente, algunos, como Barricada, muy cerca de mí, en mi propio barrio –la Txantrea—, así que viví todo aquello con mucha intensidad, a lo que se sumó la propia intensidad de la edad, la primera juventud… Siempre había tenido ganas de escribir sobre ello, pero por una cosa o por otra (por ejemplo, porque yo no soy músico, no viví el movimiento por dentro, aunque luego quienes sí lo hicieron me dijeron que eso daba igual, porque ellos no se acordaban de nada), lo iba relegando, hasta que decidí que era el momento y comprendí además que, como dices, el RRV solo tenía que ser un telón de fondo, sobre el que poner en escena temas que me interesaban, o siempre me han preocupado, la precariedad, la vida en los barrios, las relaciones con mis hijos adolescentes…, o un tono, un modo de escribir con el que me siento muy cómodo, un registro tragicómico, gamberro, pero que a la vez pretende dejar un poso existencialista o social.
¿Cual ha sido tu relación con la música a nivel personal?
Siempre me ha gustado desde pequeño, pero sobre todo comencé a interesarme por ella cuando descubrí el rock, recuerdo el primer casete que me compré, uno de Tequila, en el rastro de mi barrio, luego llegó Barricada, el punk… Me daba cuenta de que aquello era mucho más que música, era un modo de vida, a través del cual expresar tu disconformidad con el mundo. Por desgracia, yo no tenía las aptitudes para ser músico, tenía que conformarme con tocar delante del espejo con una raqueta, creo incluso que esa incapacidad fue la que me llevó a escribir. Viví todo aquello desde el otro lado del escenario, como un fan, muy apasionado, bueno, como se vivía entonces la música, en “Tratado de hortografía”, por ejemplo, hay un momento en que el personaje dice: “Para nosotros que no creíamos en nada, el punk-rock era una religión”. Y así era, íbamos a los conciertos como quien iba a misa, peregrinábamos para ver tocar a nuestros grupos favoritos… Con el tiempo empecé a escribir en periódicos sobre grupos, a entrevistarlos, y por suerte la literatura me ha permitido entablar amistad con algunos músicos que admiraba, El Drogas, Kutxi, Jimmi de Tijuana in blue, Marino Goñi, Cabezafuego, Loles de las Vulpes, Aitor de los Lendakaris Muertos… La música ha sido muy importante para mí, y creo que también para mi literatura.
La inmediatez del punk, así como sus temáticas habituales, ¿han ejercido alguna influencia en tu estilo?
Yo creo que sí, yo pretendía de hecho cuando tenía quince o veinte años, o en mis primeros libros, que mi modo de escribir fuera una extrapolación del punk a la literatura, aunque mi principal bagaje o influencia sea sobre todo la propia literatura, mis lecturas… Pero los temas, el tono que utilizaba, desenfadado, provocador, que utilizaba venían de ese mundo y esa cultura de la música, por ejemplo, mi primera novela, Cuestión de supervivencia/ La virgen puta, era una parodia de una novela negra, protagonizada por un punk que editaba un fanzine… Y luego, de un modo u otro, la música ha estado muy presente en muchos de mis libros, por ejemplo, Los dueños del viento es una novela histórica, que aparentemente poco tiene que ver con el rock, pero que está protagonizada por el músico de una tripulación pirata, que canta canciones en las que incluí estrofas de El Drogas, o hay un personaje que se llama Lemmy, que tiene la apariencia física del cantante de Motorhead… Eran pequeños guiños u homenajes, hasta que me decidí, en estas dos últimas novelas a dar más centralidad a la música.
¿Que te motivó a continuar “Tratado”? ¿Fue la buena aceptación de la novela o las ganas de ampliar una obra que te había dejado con ganas de más? ¿Tendremos más entregas?
La verdad es que era algo que ya tenía decidido: hacer una serie de novelas, porque me parecía que había muchas cosas que contar y el RRV era algo de lo que no se había hablado mucho desde la ficción, y porque nunca en los más de treinta años que llevo escribiendo, había repetido personaje, y me apetecía. Pero desde luego la buena aceptación de la primera novela, Tratado de hortografía, que ha tenido varias ediciones, se ha publicado en México, etc. me ha reforzado la idea de seguir con el ciclo. Así que sí, habrá más entregas.
¿Sigue vivo el RRV? ¿Te has planteado alguna vez tratarlo desde la no ficción?
Yo creo que el RRV ya forma parte de una tradición, de la historia reciente de la música, es un estilo, el rock urbano, el punk, del que muchos chavales se nutren aunque no necesariamente luego ellos toquen ese mismo estilo, creo que grupos como Eskorbuto o La Polla, Kortatu, sus canciones, sus mensajes, su actitud, sigue vigente, y que los chavales que comienzan a tocar los conocen y los tienen en cuenta, aunque no sea de una manera evidente… En su día quizás, en algunos ambientes, el RRV, fue hegemónico e impidió que surgieran otras formas de expresión, o musicales, eso también es verdad, y era necesaria una ruptura, era necesario matarlo, matar al padre, aunque fuera solo en las formas. Respecto a si me he planteado abordarlo desde la no ficción, sí, claro, incluso he tenido alguna propuesta, y no descarto nada, pero yo ahora mismo me veo más cómodo con la libertad que da la ficción, que además me parece que se amolda muy bien con el carácter del RRV o permite hablar de cosas que no se pueden o no se quieren contar.
En Chucherías, el protagonista se ve envuelto en una versión trap de “Estamos contra las reglas”, su único éxito punk junto a Los Tampones ¿Crees que existe algún elemento común entre ambos estilos?
Sí, es un poco lo que comentaba antes, hay un punto de encuentro, en la actitud, la procedencia social, la conciencia de clase, entre el punk y el trap o la música urbana, … En el libro, el protagonista hace una pequeña claudicación, tras rechazar desde su visión punk esos estilos, cede un poco, comienza a interesarse por ellos a través de sus hijos, se da cuenta de que su tiempo ha pasado y es el turno de los jóvenes, y curiosamente eso le hace relajarse y rejuvenecer. Los jóvenes tienen siempre razón, hasta cuando se equivocan.
Hay bastantes similitudes entre el personaje protagonista (del que desconocemos su nombre) y Patxi Irurzun. ¿Consideras que son tus novelas más personales?
No diría tanto porque he escrito otras que son claramente autobiográficas, como Dios nunca reza o Atrapados en el paraíso, pero sí es cierto que en estas he utilizado la figura del alter ego para contar cosas que quizás no podría o no me atrevería a hacer en esos libros, esa es otra ventaja de la ficción, que permite maquillar muchas cosas.
La pandemia está presente en esta segunda parte, aunque no es, ni mucho menos, la protagonista de la historia. ¿En qué medida afectó a la hora de elaborar “Chucherías”?
La pandemia está presente, o eso he pretendido yo, de un modo bastante natural, como un telón de fondo, porque era inevitable eludirla, pero sin agobiar, creo que lo que menos nos apetece ahora es un diario sobre la pandemia. Creo que en realidad no ha tenido apenas influencia en la escritura del libro.
Para los que te hemos conocido con Tratado y Chucherías, ¿qué nos aconsejas para adentrarnos en tu obra? ¿Por dónde empezamos?
Yo creo que los dos libros que he mencionado antes, Dios nunca reza (un diario real que escribí en el verano de 2008) y Atrapados en el paraíso, un libro sobre un viaje que hice durante varios meses a un basurero en Manila, que a pesar de la dureza de lo que encontré allí, está contado desde una perspectiva humorística. Esos dos y un libro de cuentos, de relatos, porque es el género que más aprecio y con el que empecé a escribir y que nunca he abandonado: La tristeza de las tiendas de pelucas, que además fue finalista del Setenil (el premio al mejor libros de cuentos de España) ¡y salió en Pasapalabra!
¿Qué música escuchas (si es que lo haces) para escribir?
Ya no suelo escuchar música para escribir, antes sí, y era la música que escuchaba habitualmente, que, en realidad, es variada, no solo oigo rock o punk, me gusta mucho también el reggae, el blues, la rumba…
Y ya para terminar, ¿nos recomiendas un libro y un disco?
Un libro, “Fante”, que en realidad es una recopilación que hace Anagrama de todas las novelas de este autor, John Fante, que me gusta mucho. Un disco, no sé, me resulta complicado elegir solo uno, quizás una playlist, o una de aquellas cintas de casete que grabábamos de chavales para impresionar a alguna chicas, o hacernos colegas de alguien… Ahora que ando con estas novelas y he vuelto a desempolvar algunos viejos discos, no sé, alguna en la que apareciera “Cerebros destruidos”, de Eskorbuto, “Enamorado de la muerte”, de RIP, “Y ahora qué”, de La Polla, “Aún queda un sitio”, de Barricada…
Muchísimas gracias Patxi, esperamos verte muy pronto por aquí.