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Tengo un amigo que afirma, sin ningún tipo de ironía, que su disco preferido de Iron Maiden es The X Factor (para prácticamente todo el mundo, este disco y su sucesor representan las horas más bajas del grupo inglés, ya que Bruce Dickinson había abandonado el barco y tuvieron que fichar al poco reivindicado Blaze Bayley). No estoy diciendo que defienda el disco y quiera darle valor ante la insignificancia histórica a la que parece haber sido condenado, digo que le parece el mejor.

Hasta Blaze Bayley se sorprende

Otro de los discos preferidos de mi amigo es La Araña, de Barricada, una obra en la que los navarros se alejaron de sus clásicos sonidos de rock urbano para adentrarse en terrenos más alternativos y que tampoco nadie sitúa como su cumbre creativa ni de lejos.

A veces creo que el amor que siente por esos discos no es racional, que se manifiesta por un sentimiento protector, de defensa del débil, del que es atacado sin piedad y no obtiene lo que merece pese al esfuerzo y las capacidades. Pero luego me miro y veo que, por ejemplo, mi disco preferido de The Cult es Ceremony, el más vilipendiado por sus propios fans e incluso por sus creadores. Y bueno, puede haber algo de ese sentimiento protector, de valorar lo que nadie valora, pero también es verdad que podría elaborar una lista de razones para respaldar mi predilección por esta joya del hard rock de los primeros 90 (no lo haré aquí porque no viene al caso, no se preocupen).

Más sorprendidos

Hay otro factor que puede decantar nuestros gustos de una manera totalmente arbitraria: el momento. El momento en el que una canción, un disco o una banda aparece en nuestras vidas puede ser decisivo para que nos acompañen hasta el final de esta, en un matrimonio que el resto del mundo quizá no comprenda muy bien porque hay potenciales parejas mucho más atractivas y codiciadas por todos.

De todo esto saben muy bien los chicos de Exile  SH Magazine: obras y artistas que no parecen importarle a nadie, discos que llegaron en el momento adecuado como si hubieran sido creados expresamente para sonar en los altavoces de tu habitación y una cierta sensación de protección y valimiento hacia tesoros ocultos que deberían ser compartidos por la humanidad al completo. Carles Roig, David H. Molina, Joserra Rodrigo, Jorge García y Juanjo Mestre (con prólogo de Gonzalo Aróstegui) han recopilado un catálogo de sus más selectas filias que nadie debería dejar pasar.

Sin límites temporales ni estilísticos, los cinco redactores de Exile desgranan secretos ocultos del pop, garage, country, soul o rock alternativo (por citar solo algunos) que consideran injustamente ninguneados, si no por el gran público (algo inevitable, porque el gran público está a otras cosas), sí por un sector atento a lo no mainstream al que también se le ha escapado algunas de las referencias aquí citadas.

Viejas leyendas poco reivindicadas como Bert Jansch conviven en estas páginas con la crudeza de Eddie & The Hot Rods, el fuzz de The Smoggers o el deep soul de Doris Duke.

En Malditos Exiliados comparten espacio obras de rabiosa energía y otras de marcado intimismo, discos paridos en los 60 y otros que apenas cumplen tres o cuatro años. Un verdadero cóctel de sonidos y sensaciones que nadie debería dejar pasar.

Quien ya conozca el trabajo de los redactores de Exile no se llevará ninguna sorpresa, pero si hay algo que destacar de esta colección de reseñas es la pasión que cada uno de ellos destila en sus palabras: aunque a alguien totalmente ajeno le pueda parecer, esto no es un ejercicio de elitismo musical, aquí hay auténtico amor a los casos citados y estudiados.

Tengo que admitir que a duras penas me sonaba alguna de las referencias desgranadas en el libro, porque, al igual que a mi amigo, me tiran más los terrenos hard rockeros, metaleros y punks, pero quiero recomendar a cualquiera que se acerque a este trabajo que lea cada capítulo con la sesión de Spotify abierta (o la plataforma que se quiera para estos menesteres) y le ponga banda sonora a las recomendaciones de estos cinco justicieros. Se llevará más de una sorpresa y, como yo, incorporará algunas a su catálogo personal para siempre.

 

 

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