Hace unos meses hablamos de la que fue primera novela de Rafa Cervera, «Lejos de todo» (Jeckyll&Jill) en la que un imaginario David Bowie se paseaba por las calles de la Valencia de mediados de los 70, y ahora le toca el turno a su segunda incursión en la ficción, «Porque ya no queda tiempo». Aunque quizá hablar de ficción al uso sería demasiado decir, porque lo que aquí nos ofrece Cervera es una obra de tintes autobiográficos cuyo eje es, como no podía ser de otra manera, la música.

Rafa Cervera.
Y es que la vida de este autor valenciano está profundamente marcada por el periodismo musical que desarrolla desde hace décadas y que le ha permitido entrevistar a infinidad de artistas a los que admiraba. El más importante de ellos en esta narración es Lou Reed, al que idolatraba desde niño en sus tiempos con la Velvet, cuyos encuentros con el autor en diferentes momentos (1980, 1995 y 1998) y la posterior noticia de su muerte en 2013, vertebran el relato. Pero no nos llevemos a error: el protagonista no es Lou Reed, es Rafa Cervera.

Otra vez será, Lou.
Lo importante en «Porque ya no queda tiempo» no son los músicos de reconocida fama que pasan por sus páginas, o al menos no son la base del texto. Las personas que rodearon a Cervera desde su primera niñez hasta el momento en que cierra el relato, tienen tanta importancia como ellos, probablemente más. A todos, famosos o anónimos, los iguala al nombrarlos solo por su nombre de pila o su apellido, tal como hacemos con nuestros amigos íntimos. No hay distinciones, porque esta no es la obra que podría esperarse de un profesional del periodismo musical. No pretende mostrarnos esa trastienda que hay detrás del éxito a la que ha podido acceder, sino mostrarnos la suya propia, empapada y contaminada por las entrevistas en hoteles y las ideas ajenas que parecen propias registradas en magnetofóno y transcritas al papel.
Cervera realiza un ejercicio de memoria que nos sitúa en una Valencia que ya no existe, la de principios de los 60, para sumergirnos en sus barrios, sus calles y el interior de las casas con ese gusto por el detalle y la sensación tan propios del autor. Nos habla de sus padres y de su familia cercana, de sus primeras amistades en la infancia y adolescencia con músicos de la escena valenciana como José Luis Macías y Remi Carreres (Glamour, Comité Cisne), de su prematura pasión por la música y su primer trabajo como dependiente en la tienda de discos de Alfonso Carbone, hoy regentada por su hermano Víctor y conocida como Harmony.

El que más o el que menos se ha dejado aquí un buen dinero…
Por supuesto también están narrados sus primeros pasos en el negocio musical en el Madrid de los 80, su amistad con Parálisis Permanente, Alaska y Nacho Canut, Carlos Berlanga, el fanzine Estricnina, encuentros con Blondie, David Bowie, Iggy Pop, Robyn Hitchcock, John Cale o el ya citado Reed, compaginados con las vivencias personales, los personajes anónimos pero determinantes, las relaciones, la soledad, los anhelos, las distancias y los lugares en los que hay que quedarse, como esa playa del Saler que parece la auténtica protagonista de toda la producción literaria del autor.

Estricnina, fanzine que dirigió y editó Rafa Cervera.
La falta de tiempo a la que alude el título no deja de ser paradójica, porque este avanza, retrocede o se detiene sin que echemos en falta su lógica linealidad. Ese es el auténtico poder de la prosa de Cervera, poética y evocadora, sin renunciar con ello al sentido del humor o la fina ironía. Una obra intimista, sincera y valiente. Esperemos que quede mucho tiempo para que nos regale algunas más.