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No es muy común que un grupo español de un carácter tan underground como el que nos ocupa tenga una biografía escrita. Quizá porque son bandas que estamos acostumbrados a ver cada cierto tiempo en nuestra ciudad, que son accesibles a los medios y que no parecen contener una gran historia más allá de la lucha incansable por seguir adelante, no existe una gran demanda por conocer sus interioridades ni su visión de lo que ha supuesto su carrera. Puede que sea cierto en algunos casos, aunque, ya sea por las típicas desavenencias internas o por los sinsabores de una industria tan limitada como la de este país, creo que cualquier formación con una cierta relevancia en el panorama musical puede tener un relato digno de ser leído. Ktulu no es una excepción. Es más, diría que su trayectoria es de las más interesantes, algo que ha sabido ver Iván Allué, periodista musical (Metalcry, The metal circus) y escritor. Como bien dice en la contraportada de este Pura Vida, ya era hora de dedicarles unas páginas.

El autor.

Y es que el grupo originario de L´Hospitalet de Llobregat tiene una historia que merece ser contada. Giros estilísticos, éxito, disputas internas que acaban en una escisión en dos bandas, una larga travesía por el desierto, miembros que entran y salen, un olvido de gran parte de su público y un cantante que sigue al pie del cañón como único estandarte de la formación original, por la que han pasado una cantidad interminable de músicos.

Allá por el 86 arranca la aventura en su localidad natal, pero no fue hasta finales de la década cuando se encontraron Willy Espejo, Pablo Ballesta, David Montes, Jorge Cabrera y Miguel Suesta, el line-up que grabaría «Involución», un primer disco de thrash primigenio del que no quedaron del todo contentos. El primer giro en su biografía sucede cuando, ya metidos a presentar el que sería su segundo álbum, «Orden genético», deciden deshacerse de todo el repertorio previo, eliminando todo rastro de su primer disco. Un giro que refleja un cambio de era en lo que al metal pesado se refiere. A principios de los 90, Pantera se deshace de su pasado glam y hace borrón y cuenta nueva con «Cowboys from hell», al igual que también harían poco después Hamlet, borrando su pasado de melenas y cinturones de balas reflejado en «Peligroso» para rapear sobre guitarras graves y ritmos sincopados.

Así de sanotes lucían los muchachos.

La siguiente vuelta de tuerca, y la que lo cambió todo, fue la inclusión de «Apocalipsis 25D» en la banda sonora de «El día de la bestia». Antes de estrenar la película, Álex de la Iglesia comentó en una entrevista el tipo de música que estaba buscando para esta, y Ktulu le enviaron el tema en cuestión, que también incluía otro giro en su carrera. Si «Orden genético» se caracterizaba por ser un álbum muy técnico y complejo, en «Apocalipsis» aplican la máxima de menos es más y componen sobre un riff de guitarra sencillo y efectivo, aderezado con otro elemento que a partir de ese momento será marca de la casa: los samples. Las voces incluidas, pertenecientes a «El exorcista», le otorgan a la canción el punto distintivo que hará que el director vasco los elija sin dudar.

Es en este punto donde un servidor entra en contacto con el mundo Ktulu. Después de escuchar Apocalipsis, me compré «Orden genético» (que se había reeditado con DRO), pero, para mi sorpresa, no se parecía demasiado al tema que me llevó hasta ellos. Ktulu ya habían evolucionado hacia el sonido que caracterizaría a su tercer disco, «Confrontación», un metal industrial claramente influenciado por tres bandas: Ministry, Fear Factory y White Zombie. No es el grupo más original del mundo, pero son los pioneros en traer este tipo de música a nuestro país e idioma con una calidad incuestionable, además de contar con la característica voz de Willy, un tipo que de haber nacido en cualquier ciudad de Estados Unidos, hoy sería considerado uno de los grandes iconos vocales de la música extrema. También contaban con un factor teatral que los diferenciaba del resto, y una imagen que se alejaba de los estereotipos. Recuerdo un momento en que los vi bajar de la cochambrosa furgoneta con la que giraban para dar un concierto en la desaparecida sala Zeppelin de Valencia: camisetas chillonas, pantalones de campana de colores impensables, botas con plataforma… Definitivamente, no estábamos ante una panda de heavys con pantalones de pitillo negros.

El autor de Pura Vida ha podido contar con entrevistas a todos los miembros de la banda, en las que explican cómo vivieron ese momento de explosión de ventas y giras interminables, con la participación en festivales como Espárrago Rock o el Doctor Music Festival.

 Pero con el éxito llegaría también la tormenta: la enorme cantidad de conciertos y kilómetros acumulados hicieron surgir desavenencias personales, que acabaron con la marcha de Pablo y Montes para formar un nuevo proyecto, Freak XXI. El hecho de que Ktulu y Freak XXI hicieran una música bastante similar nos puede dar pistas de que el conflicto era bastante potente, y aunque en el libro no se ahonde en esta cuestión, sí deja ver un cierto arrepentimiento por parte de los que abandonaron el barco. Añado aquí como anécdota personal que en ese mismo concierto en Valencia que mencionaba antes, tuvimos la oportunidad de entrevistar a Jorge Cabrera dentro de la furgoneta de la banda. Debo decir que fue muy amable con cinco criajos que tenían un programa de radio amateur (La hora de la kabra). También que, viendo el estado del vehículo y el poco espacio en el que viajaban, no me extrañó que acabaran llevándose a matar.

Freak XXI

La escisión no fue beneficiosa para ninguna de las partes. Freak XXI ofreció una propuesta interesante, pero no llegó a despegar del todo. La parte superviviente de Ktulu, a pesar de conservar el nombre y la voz de Willy, perdió bastante popularidad y ventas con su disco homónimo, un trabajo que ahondaba más en la electrónica y en la melodía. Un disco injustamente infravalorado que contenía maravillas como «Pura vida», «Alma-Limbo-Polis» o la grandiosa «Prohibido Morir». No puedo ser imparcial: aunque «Confrontación» sea un clásico del metal nacional y todo lo que queráis, a mí, a día de hoy, «Ktulu» me parece su mejor obra. Lo tenía que decir, aunque no le vaya a importar a nadie…

Y a partir de aquí, otra vuelta de tuerca. Después de editar 2078´´, un maxi con tres versiones y varias remezclas (algo que ya habían hecho con «El latido del miedo»), hay cambios en la formación y de sello: DRO les da la patada por las escasas ventas y fichan por Locomotive). A pesar de tener prácticamente un nuevo álbum preparado, deciden no sacarlo (las razones no quedan demasiado claras) y tomarse un año de descanso que termina convirtiéndose en una disolución definitiva.

No hubo un comunicado oficial, así que los seguidores de la banda no supimos qué pasaba durante varios años. Ahora estamos acostumbrados a la sobreexposición con la que nos saturan algunos grupos en redes sociales, compartiendo ensayos, entrevistas, anuncios de conciertos y fotos, pero en aquel momento aún existía un cierto misterio alrededor de los músicos (y, sinceramente, creo que era mejor así). Ktulu no estaba exactamente parado. O no lo estaba Willy: el vocalista pasó de 2002 a 2008 por un proceso de búsqueda de nuevos miembros con los que reiniciar el proyecto y dar a luz un nuevo disco, en un proceso tortuoso similar al que sucedió en Guns´n´Roses después de la ruptura de la formación original y la interminable grabación de «Chinese Democracy».

¿El Axl Rose de L´Hospitalet?

Esta es la parte más espinosa de la biografía de una banda que, si había perdido tirón al final de su primera etapa, no logra remontar en esta segunda vida en términos de popularidad. Los motivos pueden ser varios, pero el que me parece más evidente es que no se puede volver con un disco («Show Canibal», 2008) que, a nivel de producción, suena infinitamente peor que los trabajos anteriores. No entro a valorar o comparar la calidad artística, que la hay, pero se nota una evidente falta de presupuesto que hace que ese regreso se perciba como algo menor. Una vuelta por la puerta de atrás que al menos sirve para volver a los escenarios

Tampoco ayudó su siguiente lanzamiento en estudio. «Makinal» mejora muchos aspectos de producción, contiene una buena cantidad de temas interesantes y recuerda mucho más a los Ktulu originales que su predecesor. Willy echó el resto con este trabajo, pero igual (digo yo) se le fue la mano: ¡un CD con diecisiete canciones! Y no estamos hablando de que hayan intros, o cortes de transición. No, diecisiete temas que no bajan de los cuatro minutos de media. Una obra demasiado densa que cuesta escuchar de un tirón, porque, por mucho que nos gusten, una hora y cuarto de Ktulu es mucho Ktulu. Un disco tan bueno como insoportable.

El libro también da voz a algunos de los miembros que han pasado por la banda en los últimos años. Más de veinticinco músicos, que se dice pronto. Algunos expresan un cierto desencanto al afirmar que abandonaron porque no se les dio ninguna libertad compositiva, y es que entre las páginas de esta biografía se deja ver en el líder una fijación por controlar todo el aspecto creativo con el fin de preservar el espíritu original. Debe ser difícil ser el jefe cuando tus empleados no viven a tiempo completo de la música.

El último capítulo de esta historia se produce el 21 de enero de 2017 en la sala Salamandra de L´Hospitalet. En un concierto denominado «El encuentro» se reúne la formación original así como la mayoría de músicos que han pasado por el grupo a lo largo del tiempo, cada uno interpretando el repertorio correspondiente a su estancia. Por supuesto, la fiesta final consiste en volver a ver a Willy, Montes, Pablo, Miguel y Jorge juntos en un escenario interpretando «Confrontación». El show se grabó con la finalidad de ser incluido en el documental «Regreso al sótano», un proyecto de Jorge Cabrera (que actualmente trabaja como actor) con el director Nico Aguerre, estrenado en el festival IN-EDIT y que esperamos ver pronto en alguna plataforma.

Un punto final muy emotivo para una historia que deja una cierta sensación de amargura. No se puede evitar pensar que podían haber llegado mucho más lejos de no ser por una combinación de problemas, mala suerte y decisiones poco acertadas que entorpecieron el camino. Aún así, siempre nos quedarán sus discos, el incombustible Willy con su enésima reencarnación de la banda y este libro de Iván Allué, un excelente trabajo imprescindible para cualquiera que haya disfrutado de Ktulu en los últimos treinta años.

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