La toma de tierra es un cable situado en la parte trasera del tocadiscos que sirve para protegerlo de descargas eléctricas. No es imprescindible para su funcionamiento, pero sí aconsejable que esté ahí, garantizando la longevidad del aparato.
El término también puede entenderse como aterrizaje después de un vuelo, la mayoría de veces planificado, pero otras veces forzoso.
La ambigüedad del título del reciente libro de Bruno Galindo responde a la perfección a su contenido. A medio camino entre la autobiografía y el ensayo, «Toma de tierra» (Libros del K.O, 2021) es un amalgama de recuerdos relacionados con la música, la industria que la alberga y los artistas.

Bruno Galindo.
Y es que el autor tiene sobrados méritos para hablar con conocimiento de causa. Desde los años 90, Galindo ha sido periodista (El País, El Mundo, La Vanguardia) y ha trabajado en los departamentos de promoción de varias discográficas. De esta manera, ha entrado en contacto con las grandes estrellas del panorama musical, unas veces como entrevistador y otras como acompañante del artista en su paso por tierras españolas.
David Bowie, Prince, Blondie, Paul McCartney, Manu Chao, Sex Pistols, Joe Strummer, Ramones, Lou Reed, Björk, Radio Futura, Héroes del Silencio, R.E.M, Tom Waits, Morrisey o Sidnead O´Connor son solo algunos de los artistas que se asoman por las páginas de «Toma de tierra» y que comparten con el autor a veces simples entrevistas, confesiones íntimas en algunos casos, y en otros, una sincera amistad.
La cantidad de anécdotas que cuenta darían para no acabar el artículo. Una breve muestra:
- Björk peleando con un canal de televisión español porque se niega a actuar en playback.
- Una de Las Grecas echada de malas maneras por el jefe de personal de Sony, cansado de que vaya día sí día no a reclamar un dinero que dice que se le debe.
- David Lee Roth, emulando la portada de su disco «Skyscraper», hace escalada en la fachada del hotel Palace de Madrid para echar el rato antes de una entrevista de prensa.
- Al autor le toca llevarse a las Azúcar Moreno de gira por América Latina y describe la experiencia como «un suplicio tanto para ellas como para mi». Al final termina echándoles la bronca porque en un hotel de Argentina se han gastado 200.000 pesetas en teléfono.

Había mucho que contar…
Pero además de funcionar como un entretenido anecdotario, al autor nos sumerge en el ambiente cultural y político de las épocas por las que transitan sus recuerdos: la Transición o el 23-F se mezclan con sus primeros contactos con los discos de vinilo y los programas musicales del momento (Aplauso, Tocata, Caja de ritmos, La edad de oro) con el VHS preparado para grabar los videoclips y actuaciones de turno. Y, como no, las cintas de cassette.

Un entrañable momento ochentero.
También interesante (quizá lo que más) la visión que aporta sobre la industria musical: fusiones de compañías, sobres con dinero que los artistas no deben ver, o esas reuniones de ejecutivos de los 40 Principales con los promotores de las diferentes discográficas en las que se decidía qué canciones iban a ser número 1 y exactamente cuántas veces iban a ser radiadas a lo largo del día, sin que la calidad de dichas canciones fuera tomada muy en cuenta.
El declive de ventas a raíz del mp3 y la piratería es esa «toma de tierra» a la que parece hacer referencia el título, así como a la desprofesionalización de un sector periodístico cada vez más afectado por la precariedad laboral. Pero los grandes siempre salen a flote: tal y como afirma el autor, las multinacionales de la música se han visto favorecidas por la aparición de plataformas como Spotify o Itunes, con quienes llegan a acuerdos millonarios en los que los perjudicados son, cómo no, los artistas.

Estrella en ciernes.
Hay tantas cosas que merecen ser destacadas en este libro, que lo mejor es dejar esta reseña y ponerse a leerlo. «Toma de tierra» es una obra tan profunda como divertida, que contesta a preguntas y lanza otras, y que se maneja a un ritmo vertiginoso entre la ironía y la emotividad. Ya debería ser un clásico en su género y no puede faltar en la biblioteca de ningún melómano.